Respuesta a Job by Carl Gustav Jung

Respuesta a Job by Carl Gustav Jung

autor:Carl Gustav Jung [Jung, Carl Gustav]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad, Filosofía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1951-12-31T16:00:00+00:00


XI. LA VISIÓN DE EZEQUIEL Y LA DE ENOC

LA CREENCIA de que Dios es el Summum Bonum es imposible para una conciencia que reflexione. Esta conciencia no se siente liberada en manera alguna del temor a Dios, y por ello se pregunta con razón qué es lo que realmente significa Cristo para ella. He aquí, en efecto, el gran problema: ¿puede ser Cristo hoy interpretado aún? o ¿hemos de contentarnos con la interpretación histórica?

De una cosa no es posible dudar: de que Cristo es una figura altamente numinosa. Con ello está de acuerdo la interpretación de Cristo como Dios e hijo de Dios. La vieja concepción, que se remonta a las propias palabras de Cristo, dice que Cristo vino al mundo, padeció y murió para salvar al hombre amenazado por Dios. Se dice también que su resurrección corporal significa que todos los hijos de Dios tendrán también este mismo destino.

Ya hemos hecho alusión repetidas veces a que la acción divina de la salvación acontece de una manera extraña. Dios, en efecto, no hace otra cosa que, en la figura de su hijo, salvar a la humanidad de sí mismo. Este pensamiento es tan grotesco como la antigua concepción rabínica, según la cual Yavé esconde de su ira a los justos, poniéndolos bajo su trono, donde no los ve. Parece como si Dios Padre fuese un Dios distinto del Hijo; pero no es esto lo que significa de ningún modo. Tampoco existe necesidad psicológica que obligue a suponerlo, pues el indudable carácter irreflexivo de la conciencia divina basta para explicar su extraño comportamiento. Por ello se considera con razón el temor a Dios como principio de la Sabiduría. Por otra parte no puede creerse que la tan alabada bondad, y el amor y la justicia de Dios sean meras palabras para propiciar a Dios, sino que se han de reconocer como expresiones de experiencias genuinas, pues Dios es una coincidentia oppositorum. Ambas cosas están justificadas: el amor y el temor —a Dios.

A una conciencia diferenciada le ha de resultar difícil a la larga amar como Padre bondadoso a un Dios al que por otra parte, hay que temer a causa de su imprevisible cólera, su informalidad, su injusticia y su crueldad. El ocaso de los antiguos dioses demostró suficientemente que el hombre no aprecia las inconsecuencias y las debilidades humanas de los dioses. Así también, la derrota moral de Yavé ante Job tuvo sus consecuencias ocultas: de una parte, la imprevista exaltación del hombre, y de otra, una inquietud del inconsciente. El primer efecto no fue “realizado” al principio en la conciencia; era un simple hecho; pero fue registrado por el inconsciente. Ésta es una de las razones de la inquietud del inconsciente, puesto que así adquiere, frente a la conciencia, una potencialidad superior. El hombre está más en el inconsciente que en la conciencia. En estos casos se origina una corriente que va del inconsciente a la conciencia; el primero irrumpe en la conciencia en forma de sueños, visiones y revelaciones.



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